AULA MAYORES: LA ILUSIóN POR SABER
Por Javier Luceño Méndez
Nunca
imaginé que aquella tarde fría de Noviembre iban a crecer tanto mis ganas de
aprender y trabajar por ser mejor, personal y profesionalmente.
¿Curioso no?, iba a
impartir mi primera clase –una práctica de derecho penal- y seguramente fui yo quien más aprendió y quien
se iba con la sensación tan gratificante que a veces tenemos cuando nos hacen
un regalo inesperado.
Aquellas personas, la mayoría
“abuelos”, me habían dado una lección en apenas dos horas. Personas simples,
humildes, cariñosas, con gran corazón y por encima de todo con ganas de
aprender, cuando ya algunos alcanzaban quizás los que pudieran ser sus últimos
años. Realmente me dejó marcado el interés que tomaban en atender y escuchar a
un joven con cara de novato en esto de la docencia.
Sólo pude compartir con
ellos cuatro horas de clase, pero realmente fueron 240 minutos de una
profundidad humana asombrosa. En el momento que me despedía de ellos, fue
cuando me di cuenta que el derecho penal era lo que menos me importaba. Me
marchaba de nuevo rumbo a Sevilla, a casa, con una gran sonrisa, y sí, lleno de
satisfacción.
Recuerdo a una señora que
sin duda era la más participativa del curso, mostraba un interés por encima de
los demás, y mi asombro fue cuando en un intercambio de clase, me contaba que
llevaba luchando contra la enfermedad del parkinsson
desde el año 1998. Sí, diecisiete años luchando. Nos había dado una lección a
todos los allí presentes, un ejemplo de ganas de vivir, de ilusión, de aprender,
de superarse cada día… Hoy, es complicado encontrarse con un grupo de personas
con estas características, conseguir que te presten atención de esa manera, os
aseguro que éstas me hicieron sentir ese profesor tan importante que
probablemente jamás seré.
Sin duda, “escuchar” -la asignatura social
más importante y difícil-, ellos la tenían aprobada con nota muy alta.
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